lunes, 10 de julio de 2017

El poema del Mariel. Luis G. Urbina. Un mexicano que le escribió al Mariel. Si quiere saber de este autor al pie del articulo encontraras el enlace a su biografía.

El poema del Mariel. Luis G. Urbina

A mis amigos los pescadores
I
PRELUDIO
A mi corazón
Quiero que duermas frente al mar. La vida,
tranquilamente dolorosa, tiene
un reposorio plácido que viene
a ungir con óleos de piedad tu herida.
Al éxtasis el cielo te convida;
que tu loca tristeza se serene;
ve la palma, que inmóvil se mantiene;
oye la onda que susurra… Olvida.
Un instante de olvido y ¡adelante,
insomne corazón, pájaro errante,
sin fuerzas ya para tender el vuelo!
Deja que en este misterioso instante
te serene la palma, el mar te cante,
y te convide al éxtasis el cielo.
II
MAÑANA DE SOL
Palpitan, como alas de pájaros en fuga,
las velas que sacude la brisa matinal,
y el aire, a flor de onda, menudamente arruga
la seda azul, tramada de estambres de cristal.
De la dorada costa la placidez subyuga,
y tiene el viento puro delicadeza tal,
que al refrescarme el rostro, parece que me enjuga
las lágrimas pueriles el beso maternal.
Una bandada de aves por los espacios sube;
decora la brillante blancura de la nube
y mancha el inviolado zafir de la extensión.
Y en la solemne calma de estas horas divinas,
esparce, a lo lejos, dos voces femeninas,
quién sabe qué ternura que moja el corazón…
      III
VESPER
En verdiazul y nácar, como un brocado viejo,
se agita el mar. El firmamento se tornasola,
y en ráfagas de oro, la lívida aureola
del sol pinta las aguas con un largo reflejo.
La franja rutilante, sobre el bruñido espejo,
diadema y atavía la gracia de la ola,
y una estrella entreabre la sideral corola
encima del penacho de un nubarrón bermejo.
¡Qué paz tan luminosa! ¡Qué milagroso encanto!
Retengo en las pupilas una gota de llanto
y en la garganta, el vuelo de un suspiro fugaz.
Crepúsculo de oro, bendito tú que pones
tu gran belleza enfrente de mis contemplaciones
y dentro de mi alma tu luminosa paz.
IV
PREGUNTA INÚTIL
Primera meditación
Miro el mar, y lo miro, y a su extensión lejana
pregunto: dime ¿dónde se ha quedado mi hogar?
Dime si la tristeza de la devota anciana
en el rincón de siempre se arrodilla a rezar.
Dime si canta Luisa, si Rosario su hermana
toca en el piano aquella sonata singular,
que en la salita humilde, frente a la azul ventana,
oía yo en las noches, después de trabajar.
Dime si Luz, la tierna Luz de mi amor, ufana,
con inquietud de pájaro ve la vida pasar,
y si las cuatro, a la hora de la cena temprana,
en torno a la mesa se ponen a llorar…
Y miro, en vano, el límite de la extensión arcana:
ni el corazón se aquieta, ni me responda el mar.
V
ALBORADA
En blanco menor
Blanco de leche sonrosada. Apenas
una línea de azul empalidece
el gris del horizonte. El mar parece
inundación de jugo de azucenas.
Hay en las nubes blancas y serenas
un tímido rubor que resplandece,
y sobre el carmen celestial, florece
el lirio de un lucero. En las morenas
verduras un bohío se emblanquece;
fulge una orla de espuma en las arenas,
un ocre resplandor se aviva y crece;
rompe la luz en triunfo sus cadenas,
y se deshace en púrpura. Amanece.
VI
EL DÍA SILENCIOSO
El mar, pulido y claro, parece una turquesa:
añil en la distancia, cristal junto a la orilla.
El sol, que suavemente los horizontes besa,
como un vaho de oro sobre las aguas brilla.
A impulso de los remos la barca va, traviesa;
con un lampo de plata la superficie astilla;
y luce, al pie del monte, que un verde seco espesa,
la playa que se tiende radiante y amarilla.
Un alcatraz que llega con desmayado vuelo,
en la ola, como en rico tapiz de terciopelo,
la punta de las alas extiende y abre en cruz.
Ni un ruido, ni una queja, ni un ansia, ni un anhelo:
la vida, enamorada del ópalo del cielo,
se place en el letargo de una embriaguez de luz…
VII
NOCHE AZUL
Azul, azul, azul, como de ensueño;
profundo azul de claridad extraña;
azul en que el espíritu se baña
y se adormece como en un beleño.
Es una sombra azul todo el costeño
paisaje. En luz de luna el mar se estaña;
y tras el hondo azul de la montaña
el horizonte es plácido y sedeño.
La estrella errante, en prodigioso salto,
cruza por el abismo de cobalto
que resplandece…
Y abre el alma mía,
absorta en el misterio de lo alto,
trémula en pasión y sobresalto,
la flor azul de la melancolía.
VIII
LUCES EN LA SOMBRA
Tiene el antiguo símil exactitud: el faro
es el ojo sangriento de algún titán en vela;
su luz, sobre el oscuro dorso del mar, riela;
del seno de la noche él es un punto claro.
En todas las perfidias de la sombra ¡qué caro
es a la barca frágil que hallar el puerto anhela!
¡Cómo, en las bruscas iras del huracán, consuela
ver la pupila insomne que nos promete amparo!
Borracho y soñoliento canturrea el gigante.
Y el faro, en su impasible parpadear brillante,
piadosamente incrusta su estrella en lontananza.
El símbolo sorprende mi espiritual penumbra;
mi vida se hizo noche, voy al acaso; ¡alumbra
los mares de la suerte, faro de la esperanza!
IX
CONSOLACIÓN AUGUSTA
Segunda meditación
Grano de polvo soy, brizna de yerba,
y sólo mi dolor es grande y fuerte.
¿Por qué me siento triste hasta la muerte?
¿Por qué un inmenso malestar me enerva?
Y, sin embargo, la sonora verba
con su ritmo pueril mi alma divierte
y burló los escollos de la suerte
“perchè cantando il duol si disacerba”.
Mucho sufrí, pero mi pena huraña
entona su canción, y todavía
en una dulce lágrima se baña.
Soy un niño que sueña y que confía…
¡Adormece mi mal, mi pena engaña,
y arrúllame en tus brazos, Poesía!…
X
ÚLTIMA PUESTA DE SOL
Topacios y amatistas, zafiros y esmeraldas,
se funden en la hoguera de un ocaso imperial;
y, en negro, se dibuja, sobre las vivas gualdas,
al filo de las cumbres, una palma real.
Al lado opuesto sube, del monte a las espaldas
—semiborrada esfera de mármol sideral—
la luna. Y en los cerros las caprichosas faldas
extienden su lujosa verdura tropical.
Rico tisú bordado de perlas y diamantes,
el mar copia del cielo los lívidos cambiantes
y entrega al viento libre su manto de turquí.
Y arriba, en las profundas soledades de arriba,
la estrella de la tarde, doliente y pensativa,
se clava en un ardiente celaje de rubí.
XI
ENVÍO
Amigos, dadme vuestras toscas manos; las quiero
para esconder en ellas mi débil mano suave,
que sentirá las gratas impresiones del ave
que descansó al abrigo del peñón costanero.
En inocentes charlas, el corazón sincero
abristeis del cariño con la dorada llave;
en estas verdes playas yo dejo vuestra nave,
y al mar lanzo mi vida. Mi bote va ligero.
No olvidaré el encanto de aquellas horas lánguidas,
que huyeron entre alegres voces y risas cándidas,
y cuentos de peligro, de amor y de fortuna.
¡Adiós! Y salto al bote, emprendo mi camino,
y arrojo a la onda amarga del mar de mi destino
la red de luz y el ensueño del “pescador de la luna”.
Marzo de 1915

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