Nota del Blog: Como este escrito, ya tenemos varios miles de referencias en nuestros archivos, que hemos podido recuperar de periódicos, revistas, panfletos y libros de origen españoles, estadounidenses, franceses, italianos entre otros, seguimos tratando de conseguir todo el material que nos sea posible, para poder ponerlo al alcance de nuestra gente, en su versiones originales que han sido digitalizadas.
PAISAJES DE CUBA: MARIEL Y EL LIRIO BLANCO
Más allá de Guanajay, la carretera
"vira" hacia Mariel. Atrás hemos
dejado a Arroyo Arenas, con
su Cacolota, donde en los mediodías
de lluvia torrencial los mosquitos,
asustados, vienen a morir
en la angustia de una última sed
de sangre, y donde en las noches
eléctricas del trópico, "under the
stars of Havana", los discos más
cursis de Nueva York se subliman
hasta llegar al unísono de vuestro
deseo. Atrás quedan Bauta, Hoyo
Colorado, con su tierra ocre, y e.l
lindo Caimito, que, sólo él, merece
un artículo aparte. El "auto" desafía
bravamente el áspero camino,
que muestra al aire sus vértebras
de roca y va buscando en la loma
de Mariel paisaje, de mar y palmeras,
y, en primer término, la sombra
que e! continuo batir de las ca-
ñas en abanico refresca.
El almuerzo ha sido apetitoso.
Las bebidas se han mantenido heladas
gracias a la magnífica ciencia
térmica de los americanos, largamente
experimentados en materia
de excursiones y "picnics". La
siesta en el cañaveral es una delicia.
Abajo, en la pequeña bahía,
duermen unos cañoneros cubanos,
con su aspecto de caimán scmnoliento.
Una fábrica de fosfatos
arroja al mar turbonadas de humo
algodonoso, blanco y pesado como
harina. Dín=o como la atmósfera y
el silencio. Las "auras tiño.^as" son
un punto negro en el cielo. Cuando
bajen veremos su sucio plumaje
negro, su cresta roja, su asqueroso
pico amarillo, que rebañó al ins*
tante los restos del almuerzo tan
pronto levantamos el campo.
Una familia asciende a pie la
cuesta "para buscar fresco", según
nos dicen al tiempo del saludo. Las
sombrillas rojas tienen una alegría
indecible, y bajo de ellas, las risas
suenan mejor, con un cascabeleo
que rodea, como un collar de abalorios,
a la muchachita negra que
hace de niñera. Espléndido ejemplar
que parece recién traído del
Sudán o del Congo, de la costa de
Calabar o de los deltas del Níger.
Pero si su elegante indumentaria
acredita el más alto punto de civilización,
el modo con que hace cabalgar
al chiquillo sobre su cadera
es un gesto ancestral pura sangre.
Se llama Palmira, y no es de aquí.
Ella nació poquito más allá, en Artemisa,
donde el domingo ante hubo tiros con los nacionalistas.
Ella no sabe cantar; pero baila en
cambio muy bien, y si quiero verlo
no tengo más que ir a Guanajay, a
la Sociedad Euterpe. Quien canta
bien y toca la marimba como un
ángel (brindó a un pintor esta estampa
: un ángel negro tocando la
marimba) es Domingo, su hermano,
que toca en el "grupo Apolo".
Por abajo anda, por Marie!, porque
la misma tarde se inaugura una
ais a de baños en la playita del faro.
Más Palmira no puede bañarse
aquella tarde porque tiene que ir
con las señoras. Iban a ir al "ojo
del agua" ; pero las señoras se han
asustado, y .ahora, añade, "mó
bamo a la Academia, de la Marina". ¿A la Academia, en lo alto
de la loma de Mariel? ¿Habrá allí
alguna sucursal de la Academia
platónica? Mis amigos . se ríen:
"¡Sí, hombre, a la Academia Naval,
qué está allá arriba! " Palmira,
Artemisa, Euterpe, Apolo, la Academia...
¿en que nueva Grecia tropical
aspiras a convertirte, Cuba
morena?
• • •
Un pabellón azul saca a la carretera
un disco de señales, donde se
lee: "Café La Batuta" . Es, pues,
necesario que nos detengamos a
pedir café y vía libre. 'El café es
excelente. La vía no lo es tanto, y
el pobre "auto" va dando tumbos,
como el barco ebrio de Bambú,
por este río de polvo que es el camino
abierto a" golpe de machete
en plena manigua. Sí, señor; porque
esto es la trocha, la auténtica
troch.a que abrió Maceo cuando
de.embarco en la playita dé Mariel,
como lo recuerda una sencilla
columna con una bola encima, a
guisa de monumento. Si la carretera
es mala, la playa no es más que
una ilusión, porque los pedruscos
hieren como cuchillos. Menos mal
que son- curiosos de ver, porque
una colonia de esponjas y de erizos
de mar crece entre ellos; y entre
esponjas y e-rizos se esconden
peces de forma estrafalaria, estrellados
y llenos de púas, blancos y
de un rosa pálido, con unos ojos
verdes iridiscentes, como turmalinas.
El balneario no es más que un
caserón con cuatro parede,'?. En el
pisó alto se arreglan las mujeres,
y en el bajo, loe hombres. Por una
tabla se tiran a un remanso, donde
hav un poco más de profundidad.
Pero parece que pl baño les
importa menos que bailar el "son".
Allí dentro anda la orquesta zumbando
en el aire Irrespirable:
"Mi coro se inspira
para gozar.
Par a gozar, lirio blanco."
El lirio blanco ga Palmira, u otra
negra profunda y brillante como
Palmira, que acaso se llamara Nieves,
o Blanquita, o Azucena, Rosa
u Hortensia, Cándida o Clara, porque
las' morenas gustan de estos
nombres, y a los morenos les agrada
hacer aquel género de comparaciones
tan poéticas. El negro Domingo
se ríe, reconociendo que es
verdad, pero asegurando que Palmira
ni es eu hermana, ni es el lirio
blanco. Eso del lirio blanco es un
"son" "que han sacado" hace poco y
que él bailaría de buena gana si le
dejaran entrar. Porque parece que
hay que pagar algo, y ni él ni su
amigo Mario tiene juntos un centavo.
Y habían venido andando desde
Guanajay, Domingo, con sus pies
descalzos, y Mario, con su camisa
de franela verde y su gorra color
de miel, rayada y peluda, como las
que usan los mozos de los alrededores
de Madrid. Mas cuando tienen
el dinero en su mano, el jolgorio se
acaba, y una turba negra y mulata
se precipita a las "guaguas", que
empiezan a hacer roncar sus motores
y que van a regresar a Marianao.
Mario y,el negro Domingo, que
reían de la contrariedad, vuelven a
reír ante el nuevo contratiempo de
que se haya acabado el "son",'y cortésmente intentan devolver el dinero.
Que, naturalmente, no acepto
porque los convenzo de que con se puedan marchar en la "guagua"
a Marianao y bailar en las
"fritas". Con sólo pensarlo se mueren
de gusto y entablan un diálogo de risas, que corta el estrépito
de los autobuses renqueantes a
punto de echar a andar. En aquel punto a echar a andar en aquel llas dos "guaguas " han debido de
montar quinientos negros. El tumulto
es infernal; pero en un instante
todo se pone a ritmo. Un ritmo
preciso; endiablado, pero justo;
como si lo hubieran estado ensayando
toda la vida. Llaves, palos con las manos y con los pies, con
cualquier cosa susceptible de armar
ruido, los alegres contertulios establecen
su ritmo: "chas, charraschás".
Una voz emite;
";Eh ! La Habana.
¡Uh! La Habana."
Y esto, por junto, les sirve de
copla. A la que el coro percusionista
responde en un paroxismo de felicidad:
"Chas, charraschás; charraschás.
chas, chas."
Ad. S.
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