domingo, 6 de agosto de 2017

PAISAJES DE CUBA: MARIEL Y EL LIRIO BLANCO ... Publicado en el Diario independiente fundado por D. Nicolás M. Urgoiti en 1917 Año XIV.—Núm. 4.054. Madrid, sábado 9 de agosto de 1930

Nota del Blog: Como este escrito, ya tenemos varios miles de referencias en nuestros archivos, que hemos podido recuperar de periódicos, revistas, panfletos y libros de origen españoles, estadounidenses, franceses, italianos entre otros, seguimos tratando de conseguir todo el material que nos sea posible, para poder ponerlo al alcance de nuestra gente, en su versiones originales que han sido digitalizadas.

PAISAJES DE CUBA: MARIEL Y EL LIRIO BLANCO
Más allá de Guanajay, la carretera "vira" hacia Mariel. Atrás hemos dejado a Arroyo Arenas, con su Cacolota, donde en los mediodías de lluvia torrencial los mosquitos, asustados, vienen a morir en la angustia de una última sed de sangre, y donde en las noches eléctricas del trópico, "under the stars of Havana", los discos más cursis de Nueva York se subliman hasta llegar al unísono de vuestro deseo. Atrás quedan Bauta, Hoyo Colorado, con su tierra ocre, y e.l lindo Caimito, que, sólo él, merece un artículo aparte. El "auto" desafía bravamente el áspero camino, que muestra al aire sus vértebras de roca y va buscando en la loma de Mariel paisaje, de mar y palmeras, y, en primer término, la sombra que e! continuo batir de las ca- ñas en abanico refresca. El almuerzo ha sido apetitoso. Las bebidas se han mantenido heladas gracias a la magnífica ciencia térmica de los americanos, largamente experimentados en materia de excursiones y "picnics". La siesta en el cañaveral es una delicia. Abajo, en la pequeña bahía, duermen unos cañoneros cubanos, con su aspecto de caimán scmnoliento. Una fábrica de fosfatos arroja al mar turbonadas de humo algodonoso, blanco y pesado como harina. Dín=o como la atmósfera y el silencio. Las "auras tiño.^as" son un punto negro en el cielo. Cuando bajen veremos su sucio plumaje negro, su cresta roja, su asqueroso pico amarillo, que rebañó al ins* tante los restos del almuerzo tan pronto levantamos el campo. Una familia asciende a pie la cuesta "para buscar fresco", según nos dicen al tiempo del saludo. Las sombrillas rojas tienen una alegría indecible, y bajo de ellas, las risas suenan mejor, con un cascabeleo que rodea, como un collar de abalorios, a la muchachita negra que hace de niñera. Espléndido ejemplar que parece recién traído del Sudán o del Congo, de la costa de Calabar o de los deltas del Níger. Pero si su elegante indumentaria acredita el más alto punto de civilización, el modo con que hace cabalgar al chiquillo sobre su cadera es un gesto ancestral pura sangre. Se llama Palmira, y no es de aquí. Ella nació poquito más allá, en Artemisa, donde el domingo ante  hubo tiros con los nacionalistas. Ella no sabe cantar; pero baila en cambio muy bien, y si quiero verlo no tengo más que ir a Guanajay, a la Sociedad Euterpe. Quien canta bien y toca la marimba como un ángel (brindó a un pintor esta estampa : un ángel negro tocando la marimba) es Domingo, su hermano, que toca en el "grupo Apolo". Por abajo anda, por Marie!, porque la misma tarde se inaugura una ais a de baños en la playita del faro. Más Palmira no puede bañarse aquella tarde porque tiene que ir con las señoras. Iban a ir al "ojo del agua" ; pero las señoras se han asustado, y .ahora, añade, "mó bamo a la Academia, de la Marina". ¿A la Academia, en lo alto de la loma de Mariel? ¿Habrá allí alguna sucursal de la Academia platónica? Mis amigos . se ríen: "¡Sí, hombre, a la Academia Naval, qué está allá arriba! " Palmira, Artemisa, Euterpe, Apolo, la Academia... ¿en que nueva Grecia tropical aspiras a convertirte, Cuba morena? • • • Un pabellón azul saca a la carretera un disco de señales, donde se lee: "Café La Batuta" . Es, pues, necesario que nos detengamos a pedir café y vía libre. 'El café es excelente. La vía no lo es tanto, y el pobre "auto" va dando tumbos, como el barco ebrio de Bambú, por este río de polvo que es el camino abierto a" golpe de machete en plena manigua. Sí, señor; porque esto es la trocha, la auténtica troch.a que abrió Maceo cuando de.embarco en la playita dé Mariel, como lo recuerda una sencilla columna con una bola encima, a guisa de monumento. Si la carretera es mala, la playa no es más que una ilusión, porque los pedruscos hieren como cuchillos. Menos mal que son- curiosos de ver, porque una colonia de esponjas y de erizos de mar crece entre ellos; y entre esponjas y e-rizos se esconden peces de forma estrafalaria, estrellados y llenos de púas, blancos y de un rosa pálido, con unos ojos verdes iridiscentes, como turmalinas. El balneario no es más que un caserón con cuatro parede,'?. En el pisó alto se arreglan las mujeres, y en el bajo, loe hombres. Por una tabla se tiran a un remanso, donde hav un poco más de profundidad. Pero parece que pl baño les importa menos que bailar el "son". Allí dentro anda la orquesta zumbando en el aire Irrespirable: "Mi coro se inspira para gozar. Par a gozar, lirio blanco." El lirio blanco ga Palmira, u otra negra profunda y brillante como Palmira, que acaso se llamara Nieves, o Blanquita, o Azucena, Rosa u Hortensia, Cándida o Clara, porque las' morenas gustan de estos nombres, y a los morenos les agrada hacer aquel género de comparaciones tan poéticas. El negro Domingo se ríe, reconociendo que es verdad, pero asegurando que Palmira ni es eu hermana, ni es el lirio blanco. Eso del lirio blanco es un "son" "que han sacado" hace poco y que él bailaría de buena gana si le dejaran entrar. Porque parece que hay que pagar algo, y ni él ni su amigo Mario tiene juntos un centavo. Y habían venido andando desde Guanajay, Domingo, con sus pies descalzos, y Mario, con su camisa de franela verde y su gorra color de miel, rayada y peluda, como las que usan los mozos de los alrededores de Madrid. Mas cuando tienen el dinero en su mano, el jolgorio se acaba, y una turba negra y mulata se precipita a las "guaguas", que empiezan a hacer roncar  sus motores y que van a regresar a Marianao. Mario y,el negro Domingo, que reían de la contrariedad, vuelven a reír ante el nuevo contratiempo de que se haya acabado el "son",'y cortésmente intentan devolver el dinero. Que, naturalmente, no acepto porque los convenzo de que con  se puedan marchar en la "guagua" a Marianao y bailar en las "fritas". Con sólo pensarlo se mueren de gusto y entablan un diálogo de risas, que corta el estrépito de los autobuses renqueantes a punto de echar a andar. En aquel punto a echar a andar en aquel llas dos "guaguas " han debido de montar quinientos negros. El tumulto es infernal; pero en un instante todo se pone a ritmo. Un ritmo preciso; endiablado, pero justo; como si lo hubieran estado ensayando toda la vida. Llaves, palos con las manos y con los pies, con cualquier cosa susceptible de armar ruido, los alegres contertulios establecen su ritmo: "chas, charraschás". Una voz emite; ";Eh ! La Habana. ¡Uh! La Habana." Y esto, por junto, les sirve de copla. A la que el coro percusionista responde en un paroxismo de felicidad:
"Chas, charraschás; charraschás. chas, chas."


Ad. S.
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